miércoles, 13 de octubre de 2010

Verónica Vega, 2º ESO.

Volar. Eso es lo que hacen las hadas, más bien necesitan. Si hada no vuela se muere, se entierra… lo interesante de ellas es el poder de sentir, eso hace que su vuelo cambie de rumbo, que se altere o se debilite, lo que hace de un hada un ser débil, mágico y reflejo del alma.

Díos las creó con una gran necesidad: amar y ser amadas, esa es su aventura, su anhelo y su deseo.

Mi hada. Ella vive en una tierra fértil sembrada de amor familiar. Con un bosque de misterio y curiosidad. Una playa de anhelos bañada por un mar de lágrimas, una pradera de margaritas, rosas y sonrisas. Un pozo de enfados e insultos, el grito de un “¿por qué?” de un gallo en un amanecer iluminado por un Sol de fe, esperanza y luz. Una noche con la luna en su trono presumida, orgullosa y envidiosa, el cielo oscuro surcado por un millón de sueños.

Mi hada. Nació en un lecho suave como el algodón, vestida de rojo, en una casa blanca rodeada de oxígeno. Mi hada, pequeña, frágil y torpe desde aquel día que le atropelló una tormenta de rechazo. Estuvo mojada, perdida y herida, hasta que el cielo gris dejo ver un dragón de fuero y esperanza, enamorado de mí, salvó a mi hada.

Ahora estoy en inmundo mágico, con él, con sus ojos verdes; se respira amor y pasión, oigo el canto de los ruiseñores y un fuerte batir de alas mientras me besa…siento como el aire choca contra mi rostro y me susurra el secreto de mi hada: está enamorada.

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